Fracaso escolar en la Universidad
Conozco hijos/as de amigos/as míos que vienen de la Universidad pública y están ahora estudiando en la Universidad Antonio de Nebrija y Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid. Están encantados, no sólo por el nivel académico de las asignaturas, la profesionalidad y calidad docente del profesorado, el buen trato y ambiente con los compañeros/as, sino también por las posibilidades para irse de Erasmus y encontrar tras sus estudios un buen trabajo.
Por otro lado, no estoy de acuerdo con la frase de Sonia Olcese «... desidia del profesorado. Da la sensación de que [...] están dando clases los que han fracasado en el mundo empresarial». Conozco bien la Universidad privada y la elección del profesorado viene dado principalmente por la capacidad del docente para volcarse con el alumnado (lo contrario que desidia) y por tener éxito en el mundo empresarial y docente. En ambos casos sólo se buscan a los mejores profesionales y, de forma óptima, doctores acreditados por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) o por Agencias autonómicas de calidad (por ejemplo, la Agencia de Calidad, Acreditación y Prospectiva de las Universidades de Madrid, ACAP) . Tampoco estoy de acuerdo con el título de la noticia porque las nuevas metodologías, en el caso de la Universidad privada, pienso que no afectarán al índice de fracaso que es mucho más reducido que en la pública.
DIARIO EL MUNDO-CAMPUS
3 de noviembre de 2006
Las nuevas metodologías docentes podrían aumentar aún más el índice de fracaso
La fórmula de trabajo propuesta por Europa provocará un mayor «acomodo y fraude» entre los estudiantes, Según los expertos, para quienes la convergencia sólo recogerá el testigo «de una realidad académica terrible e insostenible»
MARÍA JESÚS MOLINA
Su objetivo era continuar la tradición familiar. Pero unas pocas semanas fueron suficientes para que la universitaria Ana Ortega se diera cuenta de que ser médico implicaba mucho más que «ponerse una bata blanca y pasearse por los pasillos de un hospital». «No me interesaban las clases, miraba a mi alrededor y sólo veía gente con vocación con la que no me identificaba», resume esta joven gaditana, quien en la actualidad, y pese a la oposición inicial de sus padres, está a punto de licenciarse en Comunicación Audiovisual en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. «Tiré todo un año por la borda... Aquel fue mi primer fracaso», sentencia, mientras denuncia la falta de información que rodea a todas las titulaciones, la «presión social que obliga a la mayoría de los jóvenes a estudiar una carrera si no quieren sentirse discriminados» y la escasez de puestos de trabajo.
Esta incertidumbre fue la que trató de evitar Sonia Olcese cuando, por recomendación expresa de la familia, dedicada desde hace años al mundo de la empresa, optó por matricularse en Económicas. Cerca de tres años duró aquella difícil etapa, en la que las asignaturas empezaban a acumulársele a esta amante de la pintura que finalmente se licenció en Historia del Arte. «Dejar Económicas fue un momento muy crítico», recuerda con gran nitidez Sonia, quien califica la Universidad española de «cutre». «No sólo en cuanto a organización, instalaciones y repartición de aulas, sino, sobre todo, en lo que respecta a la desidia del profesorado. Da la sensación de que en la Facultad de Económicas, en particular, están dando clases los que han fracasado en el mundo empresarial».
Hasta tres titulaciones se cuentan en la trayectoria universitaria de Almudena Galeana, que acaba de ser admitida en Traducción e Interpretación, después de haber dejado sin terminar Ingeniería Técnica Química y Ciencias Medioambientales por la UNED.
Responder a expectativas familiares y no propias, el desinterés, la falta de motivación y el deseo de ganar dinero pronto son algunas de las razones que acarrea el fracaso universitario que, según recoge el informe 'La Universidad española en cifras' de la Conferencia de Rectores (CRUE), en el curso 2004-2005 afectó a 90.500 universitarios, que decidieron abandonar sus estudios. «Una realidad de la que nadie puede eximir su responsabilidad y de la que todos somos víctimas», sostiene el catedrático Desiderio Vaquerizo, quien acaba de concluir un exhaustivo estudio sobre el fracaso escolar, junto a otros profesores de la Universidad de Córdoba'.'
«Tanto los profesores, que estamos padeciendo un sistema educativo y un tipo de alumnado que nos frustra; como los estudiantes, víctimas de ese proyecto, y la propia sociedad, que está recibiendo licenciados con una formación escasa, somos víctimas de un problema real y multicausal», explica.
El problema es tan complejo que, según destaca Desiderio Vaquerizo, tiene numerosos factores. «En primer lugar, la implantación de la LOGSE, cuyo fracaso ha sido estrepitoso. En segundo, la sociedad del bienestar en la que nos movemos, donde ha desaparecido la cultura del esfuerzo y el sentido de la disciplina. Y, en tercero, los padres, que han delegado la educación de sus hijos en los profesores», resume quien fuera vicerrector de Calidad e Innovación universitaria de Córdoba hasta el pasado mes de junio. El volumen más dramático de abandono –definido oficialmente como el alumno que no mueve papeles durante un periodo de dos años– se encuentra en Andalucía, con 24.947 desertores, de los que 10.088 corresponden a la Universidad de Sevilla. Concretamente, en la capital hispalense, el Vicerrectorado de Docencia llegó a solicitar varios informes sobre las asignaturas que contaban con un elevado número de suspensos. El resultado fue sorprendente. De las 3.242 asignaturas que se imparten en las universidades sevillanas, 117 se definieron como «atípicas», al contar con una tasa de estudiantes presentados inferior al 50%, un nivel de aptos menor del 30% y un número de repetidores superior al 50%. Según la CRUE, después de Andalucía, la comunidad con mayor cantidad de renuncias se circunscribe a Madrid, que alcanza a 9.951 estudiantes; seguida de Cataluña –con 9.015– y Castilla y León –con 7.256–. Por su parte, el Consejo de Cuentas de Galicia, cuya enseñanza superior perdió hace dos años 4.336 matriculados, pronostica que en los próximos cuatro años sus tres universidades verán reducidos sus estudiantes en un 12%. Estas cifras alejan bastante a la Universidad española de los propósitos europeos para 2010, que pretenden reducir la tasa de abandono al 10%, 32 puntos por debajo de la realidad actual de nuestro país y cinco por debajo de la media europea coetánea. Aunque intenta no ser alarmista, el informe de Vaquerizo En torno al fracaso escolar en la Universidad. Las Humanidades ante el Espacio Europeo sostiene explícitamente que el alumnado actual no está preparado para iniciar el nuevo sistema de aprendizaje que acarrea la Convergencia. «Si la situación actual ya es dramática, el problema será aún peor cuando introduzcamos una fórmula de trabajo que confía muchísimo en la dedicación del alumno; aquí, el fraude y el acomodo estarán a la orden del día. El Espacio Europeo sólo recogerá una realidad terrible e insostenible».
SISTEMA VERGONZOSO
Este argumento contrasta claramente con la propuesta de la ministra de Educación y Ciencia, Mercedes Cabrera, quien defiende que la nueva estructura de títulos universitarios con un primer año común combatirá el abandono del sistema superior actual por dos motivos: primero, porque permitirá mayor movilidad y dará mayores facilidades para cambiar de estudios; y, segundo, porque los grados aportará la formación necesaria para incorporarse directamente al mundo laboral. Según Desiderio Vaquerizo, «las universidades han comenzado ya a tomar medidas paliativas», entre las que destacan los cursos cero, que no son más que «reconocer públicamente la vergüenza del sistema académico... Incluso la Selectividad se ha convertido en una caza a lazo del alumno, con independencia de su calidad, con el fin de tener nuevos estudiantes y no poner en peligro la financiación de mi Universidad», denuncia. Una de las instituciones punteras en la implantación de los denominados cursos cero fue la Pública de Navarra, que ofrece a sus futuros estudiantes «actualizar, afianzar y completar los conceptos básicos adquiridos en el bachillerato y proporcionar las bases metodológicas necesarias en la enseñanza superior», afirma el vicerrector de Estudiantes de la universidad, Julián Garrido. La Pública de Navarra que empezó a impartir estos seminarios en septiembre de 2001, con una duración que oscila entre las 10 y las 20 horas, ha pasado de tener una oferta de cinco a 15 cursos, y una demanda de 99 a 243 estudiantes matriculados. «Está claro que esta incitativa no palía todas las carencias con las que llegan los alumnos a la Universidad; pero tiene una gran aceptación, sobre todo, entre los estudiantes más responsables», comenta Garrido.
FORMACIÓN INTEGRAL
Para este profesor, la obligación de la Enseñanza Superior es proporcionar a sus alumnos una formación especializada sustentada en un proceso de conocimientos concatenados que requieren de un gran esfuerzo por parte del principal implicado: el estudiante. «El universitario tiene que sentirse orgulloso de serlo y eso le tiene que llevar a una motivación personal», puntualiza Garrido, quien añade: «La Universidad de hoy es bastante más rica que hace unas décadas, se preocupa mucho por la formación integral del estudiante, dispone de unos profesores que poseen unos curricula impresionantes, ofrece una oferta cultural y estudiantil amplísima...». Desde su punto de vista, es la sociedad en su conjunto quien debe meditar por qué hay un grupo de matriculados desmotivados que se acaban cayendo del sistema. «Tal vez la razón haya que buscarla en que hoy existen demasiados alumnos que sólo aspiran a vivir bien y conseguir una titulación corta, más que a conseguir mediante el esfuerzo algo más». Además de las consecuencias psicológicas, temporales y profesionales que supone abandonar una carrera universitaria, también hay que tener en cuenta el coste económico. Por ejemplo, cada vez que un alumno tiene un examen, se presente o no, el coste asciende a 475 euros. Precio que ha de afrontar en un 60% la comunidad autónoma correspondiente y en un 40% el propio alumno o, en su defecto, la beca otorgada. «Los alumnos tienen hoy más facilidades que nunca», determina Garrido. Ante este panorama, el futuro que se vislumbra en el horizonte se perfila en medio de unas «expectativas muy frustrantes», apunta Desiderio Vaquerizo. «La realidad objetiva es que estamos lanzando a la calle licenciados que tienen una pobreza de conocimientos y mental enormes», continúa. «En el caso concreto de las Letras, estamos licenciando a chicos con faltas de ortografía y una sintaxis imposible, incapaces de expresar un razonamiento abstracto, con poca capacidad lectora... Es necesario lanzar un grito urgente a la sociedad –concluye–, provocar un debate sobre un tema que es políticamente incorrecto y buscar nuevas soluciones que no pasen por la promoción automática».
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